martes, 10 de junio de 2008

La montaña


Siempre estamos en eterno retorno, son esas ganas de no irnos del todo, de pensar que algún día volveremos, de sujetarnos muy fuerte a esa parte que es solo nuestra, en la que siempre seremos bien recibidos.
Allà en la montaña de Guerrero, una ciudad que se llama Tlapa de Comonfort, los días son todos iguales, por lo menos para mi lo eran, un sol inclemente que al pegar en la tierra refleja aun mas fuerte y no sabes como cubrirte de ese calor, de ese ardor que por todos lados llega, esa misma tierra que en época de lluvias se vuelve lodazal y a cada paso que das parece que te hundes, parece que la montaña nunca te dejara ir, te hundes o te consumes en el fuego de todos los días.
Es en ese lugar donde la gente siempre esta de regreso, donde a cualquier parte que vayan llevan un pedazo de la montaña. Es ese lugar del cual te aferras, donde te agarras con todas tus fuerzas para que cuando alces los ojos la montaña este ahí.
La gente siempre se esta yendo... o llegando? cada día la ciudad crece mas, las otrora casas de adobe se transforman en concreto, el rió deja de ser cauce para convertirse en mina y alimentar a costa de su vida esa mancha gris que se expande por las laderas de los montes, los autos invaden las pequeñas calles, las agencias de viajes se presentan con carteles de familias felices mirando un horizonte lleno de edificios, montañas nevadas, carros ultimo modelo, todo lleno de luz. Pareciera que es necesario caminar despacio por esa ciudad para contemplar lo bello que es el concreto sobre los lodazales, para pensar en la casa que uno tendrá cuando por fin este de regreso... que feliz sera el volver cuando mi familia tenga que comer, que vestir, que presumir.
Y es que no te vas por que tengas muchas ganas, es por que lo tienes que hacer, algo en tu cabeza no esta bien si te quedas, ¿para que quedarse? ¿de que vivirás?... no tendrás historias que contar.
Esa ciudad en crecimiento esta habitada por días, a veces por horas todo es bullicio, a veces los camiones nunca dejan de llegar, a veces puedes vender lo que sea ... al fin hay alguien que pueda comprar, esos días en que hasta los que no somos de ninguna parte nos atrevemos a regresar; como no habríamos de hacerlo si después de tanto viaje por fin, por un día, estaremos en casa.
La primera vez que regrese a Tlapa fue para la fiesta del "Santo Señor del Nicho", había corridas hasta las cuatro de la mañana pero ya no había asientos en ningún autobús, como a las once de la noche y sin otro remedio que irme parado aborde un viaje de seis horas, recargado de un lado y de otro, sentado en el pasillo escuchando las historias de porque la hija tenia que estar agradecida con la madre por no venderla como lo habían hecho con ella y sin embargo esta mala mujer no le daba todo lo que ganaba "sabe dios en que pasos ánade", las horas pasaron rápido y el camino no fue tan largo como lo esperaba. Al llegar las calle ya estaban tomadas, letreros de "prohibido el paso" por aquí y por allá hacían un laberinto que a las seis de la mañana resultaba fastidioso, después de registrarse en el hotel y descansar un par de horas el laberinto había desaparecido y la toma de calles no era fastidiosa. La gente corría de un lado a otro con las manos llenas de aserrín de colores para los pequeños huecos que aun se alcanzaban a ver en el cabello de una imagen, en el pétalo de una flor, en el manto de un cristo, en un "gracias dios", en esa estrella pegada a la banqueta, en ese cielo azul enfrente de la tienda; todas las calles estaban tomadas por figuras coloridas de aserrín que nadie se atrevería a pisar sino después de que el "Santo Señor" pasara por ellas.
En la iglesia del "Señor del Nicho" ya se encuentran las ofrendas florales llegadas de distintas partes y por distintas personas, de allá arriba de la montaña o de Manhatan, de los pizcadores de tomate, de los que pizcan las rosas, del gremio mas fuerte que son los dueños de tlapalerias, de los del mercado, de los Tlapanecos de N. Y. todas están ahí puestas para agradecer las venias del año pasado y pedir por que el camino de regreso este lleno de bendiciones.
La procesión comienza y solo un puñado de elegidos serán los que se turnan para cargar al cristo negro tan milagroso, tres de un lado y tres del otro cargándolo por todas las calles adornadas precisamente para su paso. Los fieles lo seguimos, otros mas lo ven pasar a la orilla de la calle muy pegados a la pared para no pisar el arco iris; los mas devotos, aquellos a los que se les a concedido una gracias, aquellos que piden por un enfermo, por el pronto empleo, por la pronta salud, por el familiar perdido esos son los que forman una fila en medio de los mosaicos de aserrín, se recuestan de espaldas al sol tomando a su predecesor de los tobillos esperando que el Señor del Nicho pase por encima de ellos y los bendiga hasta el próximo año.
Al día siguiente el aserrín a volado por todas las calles, se mezcla con esa tierra blanca y vuelve a reflejar tan duro el sol que la gente no quiere salir de sus casas, todo es despedido y esperado; adiós el aserrín "pintaremos mejor el próximo año", adiós papa "me mandas unos tenis", adiós mama "le llevas el vídeo a mi hermano y le dices que lo esperamos", adiós hermano "salúdame a tus esposa a ver cuando la conocemos", adiós hijo "tu casa ya esta ¿cuando te regresas?, adiós Tlapa "pronto regreso".

lunes, 2 de junio de 2008

jueves, 29 de mayo de 2008